Traducciones y Artículos

Posibilidad y necesidad de una civilización americana

           Por Mario Campaña, 24 de octubre de 2023

Cuadernos hispanoamericanos [link para lectura y descarga del artículo en PDF]

Televisión Española, los «monstruos» y el problema de la diferencia moral

           Por Mario Campaña, 2 de enero de 2023

«En España, más de cuarenta mujeres han vuelto a morir a manos de monstruos», dijo el actor Luis Tosar el 31 de diciembre de 2022, en el minuto 16 del resumen del año que ofreció el telediario de La 1, de Televisión Española. Monstruos. La prensa y la lengua ordinaria acuden a veces a este vocablo para referirse a una persona «muy cruel y perversa», que es el significado que le atribuye el Diccionario de la lengua española, en su quinta acepción.

Así, el uso de monstruo para designar al acusado de la comisión de cierto tipo de delitos, puede parecer inocuo. Y sin embargo entraña un grave problema, enquistado en las democracias occidentales; uno de los más extendidos y perniciosos de la vida española, que puede llamarse el problema de la diferencia moral.

La comunidad internacional y los Estados nacionales reconocen a las personas un atributo moral idéntico, al que la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) llama «dignidad intrínseca» y la Constitución española (CE) «dignidad» (art. 10) e «integridad moral», que no puede ser sometida a «tratos degradantes» «en ningún caso» (art. 15). Ambos documentos reconocen esas cualidades a una persona por la mera pertenencia a la especie humana.

Artículo 10 «La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social.»
Fuente: Constitución Española.«BOE» núm. 311, de 29/12/1978. 

La humanidad es, desde hace mucho, una sola. No hay varias humanidades y por tanto no hay ni puede haber seres más ni menos humanos que otros. Atrás quedaron los tiempos en que se pretendía que hubiera diferencias o jerarquías en el interior del género humano. Por supuesto, no se trata de negar las diferencias naturales, las inherentes al desempeño de unas funciones ni las que se evidencian en las virtudes y los defectos, sino de afirmar que ninguna diferencia, cualquiera que sea su origen, tiene la capacidad para modificar la naturaleza humana.

Fuente: www.rtve.es

La unidad y la irreversibilidad de la condición humana es pues la base antropológica para que nuestra civilización reconozca la igualdad moral, una misma dignidad e integridad a todos los miembros de la especie, sin considerar las razas, el género, los méritos, las riquezas, profesiones, funciones, defectos, religión, ideología o cualquier otra manifestación de la existencia. La unidad humana es la base de lo que se puede llamar la igualdad moral universal.

Efectivamente, si la humanidad es una sola, la dignidad también es una y la misma. No hay ni puede haber diferencias morales ni gradación de dignidad o integridad entre criaturas humanas. Los atributos de dignidad e integridad moral son iguales en todos nosotros, con independencia de nuestra situación, circunstancia o condición. Según la DUDH y la CE la igualdad moral no admite excepciones, grados, escalas o diferencias; nadie tiene ni puede tener más ni menos dignidad ni integridad moral que otro, y la de ninguno puede ser menoscabada o degradada. Es inalienable: no se puede ser desposeído o privado de ella; no puede ser disminuida, suspendida o menoscabada «en ningún caso».

Parecen conclusiones de Perogrullo. Y sin embargo, tienen que ser subrayadas. Quizá no tengamos dificultades para aceptar el concepto de igualdad moral, pero veremos qué ocurre cuando pasamos de la abstracción a su aplicación práctica. Porque las consecuencias de esta consagrada igualación moral pueden ser sorprendentes.

¿La dignidad y la integridad moral de una persona que ha cometido un asesinato o perpetrado una violación y las de una persona que nunca ha cometido un delito, son las mismas? La respuesta no admite dudas: sí. Como hemos dicho, la dignidad e integridad de la criatura humana no desaparecen ni varían por ningún motivo. 

A pesar de sus actos, un criminal de guerra, un violador, un asesino en serie no dejan de ser miembros de la especie humana. Siempre conservarán la dignidad y la integridad moral con que nacieron. No son monstruos sino personas, individuos y ciudadanos que han cometido delitos por los que deberán rendir cuentas ante los órganos de justicia. He aquí una de las bases de nuestra civilización.

Esa base es atacada de raíz cuando se pretende desconocer o degradar la dignidad y la integridad moral de alguien; cuando se afirma tácita o explícitamente que hay una diferencia moral, seres o grupos humanos cuya dignidad e integridad moral tengan un valor superior o inferior por sus ideales, raza, género, grado de observación de la ley, etc. Se mina una de las bases de nuestra civilización cuando a determinadas personas se las llama «monstruos», como hizo Televisión Española el 31 de diciembre, en el minuto 16 del programa resumen de 2022 emitido durante el telediario de La 1; también, cuando, con afán de degradar moralmente, se llama a alguien facha, comunista, puta, negro…

Artículo 15. «Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que, en ningún caso, puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes.»
Fuente: Constitución Española.«BOE» núm. 311, de 29/12/1978. 

Si aceptamos rangos y diferencias en la dignidad y la integridad, estaremos firmando el fin de nuestra civilización. En el marco que esta nos impone, materializado en la ley, se deben denunciar delitos y se pueden señalar defectos y comportamientos indebidos, pero no establecer superioridades o inferioridades morales. Sin embargo, cada día observamos que enarbolar la idea de la diferencia moral entre personas es una de las inclinaciones más perniciosas de nuestra sociedad y nuestra civilización. En España, corresponde al Ministerio de Igualdad y a la Fiscalía velar por que las nociones de dignidad e integridad moral se respeten como atributos esenciales e inalienables de todos. Y es imperioso que actúen, que pongan en marcha investigaciones y políticas públicas eficaces, antes de que sea demasiado tarde.

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  • Lo magistral: para redescubrir la estética beat

Por Mario Campaña, 29 de diciembre de 2022

Llevo meses con la sensación de recorrer, un día tras otro, una línea discontinua e infinita en las páginas de Arañando la superficie beat. Ensayos sobre una nueva visión de Blake a Kerouac, el libro del poeta Michael McClure aparecido en Madrid el año 2021. Pese al título, estos ensayos están lejos de, meramente, “arañar” una “superficie”. Teniendo mucho de autobiografía espiritual de una generación, nos entregan las palabras de un magnífico poeta que se muestra además como un gran maestro. Su libro es el testimonio genuino de uno de los protagonistas de una generación con una ética y una estética que la industria del entretenimiento y la cultura quiso degradar y convertir enseguida en pieza de caza mayor, reduciéndola a las rebeldías adolescentes de En la carretera.

Con ‘magistral’ no aludo precisamente al ejercicio de un magisterio por parte de McClure, al modo de un Goethe con Eckermann, por ejemplo. No. Con argumentos que proceden principalmente de la antropología, la biología, la historia de la ciencia, la teoría estética, la historia del arte, la mística, la sabiduría oriental y, como no, de la misma poesía, este libro nos muestra, en un impagable clima de familiaridad, complejas y sofisticadas ideas sobre la vida en el planeta, la naturaleza humana, el cuerpo, el lenguaje y los modos de conformarse y existir de la poesía, en su sentido eminente, como arte. Nada de arañar superficies, repito. Es el verdadero sistema sanguíneo de la estética beat el que este libro recorre, con una claridad y precisión que no dejan de sorprender, pues evita los recursos silogísticos de la racionalidad instrumental. Es así como el libro recorre algunos hitos de las realizaciones poéticas modernas que conducen a la estética beat, empezando por interpretación de Blake sobre la Divina Comedia de Dante, pasando por Shelley y Whitman.

Esta cita, como cualquier otra de este libro, nos dará una idea de la vertiginosa pero controlada meditación del autor:

“Parece que la Carne es pensamiento. La Carne es intelectiva. Las células cerebrales, las células nerviosas, son carne […] Como un animal, el hombre imita inconscientemente el proceso de ser. Sin embargo, presta servicio a una estructura más y más cruel, sin darse cuenta de la multitud de opciones que se abren ante cualquier vida o vidas …] El cuerpo es la tierra de las hadas -o más precisamente, está hecho de una diversidad de tierras de hadas y tierras de elfos”.

Al lector no le costará demasiado concluir que, con la mayor propiedad, se puede calificar de magistrales estos ensayos. Y con eso queda dicho todo.

No podemos dejar de advertir que en este libro no leemos propiamente a McClure, sino a Benito del Pliego y Andrés Fisher, sus traductores al castellano. Como poetas, ambos ostentan algunas de las mayores virtudes del español en esta época. La densidad de del Pliego y la sutileza y precisión de Fisher dan a la prosa y a los numerosos poemas de este libro un brillo capaz de provocar un auténtico goce textual. Los versos del mismo McClure, pero también los de Ginsgerg, Snyder, Whalen, Creeley, Crane, Olson, Shelley y Blake, ampliamente citados, se leen en el español de Fisher y del Pliego como elevadas manifestaciones del arte de la poesía que son.

Finalmente, es imperioso mencionar que este es un proyecto capitaneado por otro notable poeta español, Antonio Cordero, editor de Varasek Ediciones y autor entre otros libros, de los magníficos Barking Dogs (“Ja y Buda en la flor del loto. No más canes. Solo Ja y Buda en la semilla del pantano de nuestros sueños”) y En el hangar cromado (que contiene esta inolvidable viñeta sobre “el último Rimbaud”: “Aden apenas en la memoria / / Una figura revuelta/en llamas/bajo la sombra de una acacia/casi transparente”). Cordero es el viajante que en 2010 nos entregó el entrañable La tortuga de Luang Prabang y otras historias de viaje. En Arañando la superficie beat Cordero destaca acertadamente la manera en que McClure defiende “la profunda naturaleza animal del ser humano y, especialmente, el vínculo orgánico y fraternal con los mamíferos”.

 

 

 

 

 

 

 

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